lunes, 21 de marzo de 2011

Una piedra en el camino.

     Se detuvo al primer atisbo de infiernos personales; tristezas que no aparecerán en los anales de la historia, que perecerán disecados en húmedos pañuelos por aquellas lágrimas que erosionan de su mente los malos recuerdos; y se dejó caer.
   

    Cuando consiguió cesar su llanto, por un instante asomó su mirada al abismo de sus zapatos sin decidirse a agarrarlos con fuerza, sobrecogerse y reanudar su desaliento, su empañado sollozo o cambiar el rumbo de sus pensamientos, erguirse de un impulso, realzar su inundado rostro y seguir su camino. Ahora sí, sin mirar atrás, pero sin olvidar la senda que hasta aquel instante de su vida había andado y desandado como aguja en manos de un principiante.
   

    Al fin, rompió amistades con el dolor aunque las cicatrices de su piel servían de recuerdo para sus próximas e inciertas aventuras.